Es así, tres simples palabras definen mi existencia infinita interior. Pero por más que te busco no te encuentro, a veces pienso que sólo eres una quimera, un sueño incapaz de ver la luz por sí mismo y cuando abro los ojos a la realidad vuelvo a sentir ese vacío que rasga mis entrañas y un grito de dolor rompe el silencio de la soledad que me envuelve.
Cada latido de mi corazón es una caricia que se desvanece en la inmensidad buscando la libertad fuera de la prisión que envuelve mi realidad. Una realidad que me ata, que me asfixia, que me anula. Sueño despierta y en mis sueños estás ahí. Tu sonrisa me llena, tu aroma me envuelve, tu piel me calienta. Anhelo tocarte, sentirte, oírte… tan sólo hablar contigo, sentir que estás ahí, que existes.
Te amo, te amo tanto que duele. Te amo… dos palabras que mis labios no han pronunciado jamás pero el eco de las paredes de mi prisión las repiten sin cesar, te amo, te amo, te amo… ¡Ven a mí! Estoy aquí, soy para ti, he nacido para amarte.
Mi mano se extiende en un intento baldío de acariciar tu mejilla, tu piel morena me embelesa, tu sonrisa me embriaga. Y en mi imaginación sigo soñando. Y sueño que te alcanzo, sueño que te tengo, sueño que te siento, sueño que te beso. Y ese beso es como un arcoíris en primavera, un estallido de vida, de luz, de calor… pero vuelvo a abrir los ojos y te desvaneces en la oscuridad.
Miro con desgana a través de los cristales de mi ventana y la nostalgia vuelve a tomar asiento en mis pensamientos, colándose furtiva en un baile sinuoso mientras se desgranan las últimas notas de esa melodía que tanto me gusta, que tanto me habla de ti. Mi amor… ven, baila conmigo, deja que fluya esa energía que nos enlaza a ti y a mí aún en la lejanía de nuestras existencias. Sueña conmigo, siénteme, estoy aquí, mi amor es tuyo sin condición, porque.. ¿Sabes? Tú eres mí de- seonírico y yo nací para amarte.
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Cataleya 
¡Qué triste!